5 de Febrero
A las 8 de la mañana arrancaba mi turno, y el día me recibía
con una tremenda calma y el barco fondeado. En algún momento el viento
intento soplar con la intensidad de un bostezo, pero eso fue todo, un
bostezo... Casi 48 horas de navegación y solo habíamos recorrido 245
millas. Lo que se dice a paso de hombre. Pero la navegación es así , hay que
cultivar mucho la paciencia. Para acallar la ansiedad izamos todo tipo de velas
para ver si atrapaban alguna pizca de viento y de paso nos mantenía
entretenidos. Otro de los pasatiempos que empezaban a hacer furor, era hablar
por radio. Claro que nadie nos contestaba y uno se sentía ridículo hablando en
ese extraño idioma que es el radial. “ control Punta del este, control Punta
del este, me escucha, cambio”…. “Lo escucho 5 barra 5”… “QSL”.. y tantas otras
frases que ridiculizan a los interlocutores. Durante el resto de la regata
nadie se iba a comunicar con nosotros. Como custodia de la regata pusieron una
corbeta(barco de guerra grande) para velar por nuestras almas. Los pobres
marinos se la pasaron 9 días “rastrillando” el Océano Atlántico tratando
de encontrarnos sin resultado. Menos mal que fue una regata relativamente
tranquila, o estaría todavía flotando en el océano con una larga barba y
hablándole a una pelota de vóley llamada wilson. Esa tarde tuvimos contacto
visual con un barco de la vuelta al mundo. Era el Whitbread 60 “Tokio”. Una
supermaquina de aquella década, que nos paso como si estuviésemos parados… lo
estábamos.
Por ese entonces cambiamos de guardia justo cuando la lluvia
hizo su debut en esta regata. Cuando llueve en un barco, todo se entorpece. Los
trajes de agua y sus capuchas dificultan enormemente la visión. La cubierta del
barco se transforma en una pista de patinaje torcida donde un mal cálculo puede
terminar con hombre al agua. Es por eso que para regatas de altura es
obligatorio el uso de un cablecito que recorre de punta a punta el barco. Cada
vez que hay mal tiempo, los integrantes de la tripulación deben salir a
cubierta con su arnés que deberán engancharlo al dichoso cable. En el Nabucco
esa primera lluvia llegaba con una nueva calma. Desde el interior se veía
que el fastidio de mis compañeros aumentaba mientras que el viento se
desvanecía por completo. Lentamente el sueño se apoderó de mí y caí rendido en
la cucheta. Al rato, el barco se escoraba lo suficiente como para que me
despierte. El viento había vuelto. Torpemente intenté asomarme afuera
para ver qué pasaba. La lluvia se había ido y una brisa moderada nos empujaba, mientras
forzábamos el ángulo del barco con un spinnaker 1.5. Repentinamente el viento
rolo irrespetuosamente dejándonos completamente contra-amurados. En estas
circunstancias por lo general, el barco se pone de costado y todo lo que no
esta atado vuela por los aires como si estuviera en el espacio exterior. Un
traje de agua colgado de una burda(la que había que filar para evitar la caída
del palo) se soltó y terminó enganchado en el rizo de la mayor. Dentro de este
caos logramos arriar el spi y establecer la nave. Pusimos un G3
atangonado al mejor estilo snipe y a barrenar. Esta especie de tonina verde,
debido a sus “curvas IOR” no llegaba a velocidades épicas pero 12 nuditos
no era nada despreciable.
Según el anemómetro del barco el viento tocó los 40 nudos y
se mantuvo en unos 35 nudos. La tarde se evaporó detrás de las olas mientras la
noche nos devoraba con su oscuridad.No habia luna y por primera vez aparecía la
famosa “sensación de viento”. El efecto de la oscuridad produce que
el viento aumente en promedio unos 5 nudos. Si la noche es calma la sensación
es al revés y el viento sopla negativamente. O sea que si hay 3 nudos, la
sensación va a ser de -2 nudos. Cosa de brujos. Pero aquella noche soplaban
unos 30 nudos y la sensación subía bastante. Como no había luna esa noche, las
noctilucas iluminaban cada ola que chocaba con el barco. Estos bichitos, son
unos microorganismos que al contacto con el oxígeno, largan una luz
fosforescente. El efecto es espectacular y lo quise inmortalizar con mi
precaria cámara de fotos análoga. Las cámaras digitales por lo menos en esta
parte del globo, no existían. De más está decirles que en la foto no se ve
absolutamente ninguna fosforescencia. La ballena verde rugía con cada barrenada
y por primera vez estábamos excitados con la navegación. Todos queríamos
timonear, cosa que fue perdiendo interés con correr de los días.
6 de Febrero
Del genoa 3 pasamos al 1 y logramos el récord de velocidad de
toda la travesía. 14,3 nudos. Para nuestra querida tonina era todo un logro.
el viento se fue negando y empezamos a orzar. El rumbo que hacíamos era
un poco extremo, ya que apuntábamos a Cape town. Mi curiosidad me llevó a
la mesa de navegación para tomar una posición. Nuestro GPS de aquel entonces
era un poco anticuado y solo marcaba los numeritos de latitud y longitud. Para
mi sorpresa descubrí que estábamos yendo para atrás. La estrategia nuestra de
la regata era abrirnos de la costa en busca de vientos “portantes”. Pero
exageramos un poco más de lo necesario. Inmediatamente puse al tanto de
esto a mi equipo de guardia y con la agilidad de una tripulación
olímpica, arriamos el genoa y pusimos un spinnaker. El viento había disminuido
para ese entonces y el mar de fondo empezaba a sacudirnos de un lado al otro.
El viento se calmó totalmente durante el mediodía, pero la ola no. El spi se
zarandeaba de un lado al otro como bola sin manija. Y ocurrió lo inesperado.
Se enredó en el estay de tal forma que era imposible sacarlo sin romper
nada. El Capa, con la agilidad de un primate, se trepó por el tangón y de
ahí al estay. Fue inútil, y tuvimos que tirar del spi como locos para
bajarlo. Bueno, a la falta de viento se sumó este pequeño inconveniente el cual
retrasaba notablemente nuestra posición en la regata. Cuando la locura
empezaba a apoderarse de nosotros, una leve brisa empezó a soplar del ENE. La
tonina verde navegaba a unos 6 nuditos con genoa 1 light. Sacando
números, habíamos hecho 146 millas en 24 hs. No tan mal teniendo en
cuenta que estuvimos 2 horas navegando para atrás.
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