4 de Febrero
Una pegajosa calma total nos envolvía, y la corriente en
contra hizo que tengamos que echar el ancla por unas horas. No había pasado un
día que ya estábamos parados totalmente. La cosa venia lenta. Finalmente el
viento se puso las pilas(si se puede decir así) y empezó a soplar a unos ínfimos 9.5 nudos. El genoa 1
liviano(incluso mas liviano por los agujeros), empezó a empujar placidamente
nuestra nave. Nuestra velocidad promediaba los 7 nudos( bastante bien para los
troncos de la época). Al rayar el alba estábamos virando la torre de
Oyarbide(algún pariente del polémico juez quizás). Esta marca la impone la
organización de la regata para que los barcos de mayor calado puedan navegar en
paz por las engañosas aguas del Río de la Plata. El ángulo del viento nos
permitió izar el spinnaker. Durante la tarde, entre mates, galletitas y mucha
charla, pasamos frente a Montevideo. El viento empezó a soplar con mayor
intensidad y nuestra charla tan amena tuvo que ser suspendida. Unos cambios de
vela y un par de viradas nos despabilaron un poco y se puede decir que 24 horas después que
largamos, empezamos a correr la regata. Por la tarde dejamos atrás la isla de
Flores y apuntamos derecho a Punta Ballena. Alrededor de la medianoche viramos
Punta del este, con muchísimas ganas de hacer una escala técnica en el afamado
pub Moby Dick. Ya estábamos
oficialmente en el Océano Atlántico. En el agua salada, por alguna razón
científica, los objetos flotan más, y la chancha verde que nos transportaba no
era la excepción(a pesar de su volúmen). Esta sensación de liviandad, junto con
las olas más largas y armónicas, elevabaron la moral de la tripulación después
de sufrir una pegajosa e interminable salida del Río de la Plata. Cruzar Punta del Este de noche es una
agradable experiencia, con miles de lucecitas titilantes y distantes sonidos
musicales de las infinitas fiestas que se suceden durante el verano. Mientras
tanto nosotros seguíamos lentamente nuestra aventura a tierras cariocas.
El tema de las comunicaciones durante una regata de altura
es muy importante. Las computadoras, los gps, los radares y diez mil cosas más
que tenemos hoy en día, hacen que los navegantes no se sientan solos allá
afuera. Hasta los fanáticos, desde
su casa, pueden seguir el caminito que recorren los barcos, gracias a los
modernos programas de computación.
El Nabucco por aquellos años contaba con un GPS, una radio V.H.F. y
el infaltable stereo con parlantes
“waterproof”… Aclaro que con una radio que tiene alcance máximo de 30 millas,
íbamos a estar un poco aislados del mundo. Agregando más dramatismo a esto, el
equipamiento de seguridad, constaba de unas bengalas de dudosa fecha de
vencimiento, espejitos y una balsa
salvavidas para 8 personas.(Éramos nueve).
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