3 de febrero de 1996
Después de los últimos días de agotadores preparativos,
estábamos listos para adentrarnos en las cristalinas aguas del Río de la Plata,
con destino a la “cidade maravilhosa”. En aquellos años no existía la comida
liofilizada que llevan los barcos hoy en día para reducir peso. Esa comida,
vendría a ser un polvito que le pones agua caliente y se transforma en un bife
con papas… Bueno, no es tan así pero la idea es esa. Solo ver las caras que
ponen los navegantes de hoy en día con esta comida de astronauta, me da la idea
de lo bien que la pasábamos antes. Al escribir esto parezco un melancólico de
tiempos pasados, pero realmente hoy en día juegan a ver quien se degrada mas
arriba de un barco. Volviendo a la regata, nuestro barco estaba cargado de
alimentos, frutas verduras, y un matambre arrollado… El agua se llevaba en
botellas desparramadas por todos lados. Muchos años después me enteré que no
pusimos el agua en la heladera para tener menos sed durante la regata. Ya
existían los desalinizadores pero era tecnología para otro nivel de regatas y
país.
En nuestros bolsos llevábamos ropa para la regata,
ropa para después de la regata y ropa por si acaso se mojaba la ropa para
después de la regata. Por ese motivo sacamos lo esencial para la regata y el
resto fue llevado en el buque de la Armada que acompañaba a la regata. Dentro
de lo ”esencial” habían artículos como galletitas, golosinas y puchos.
Para ese entonces fumaba, y como! En el barco no había alcohol, cosa que no
compartía; solo una botella de whisky para festejar, una vez que
llegásemos a Río.
Una de las cosas que se ha avanzado para el no sufrimiento
del navegante moderno, es la ropa técnica. En aquella ocasión mi traje de agua
respiraba de afuera para adentro, si se puede decir así. Lejos de las telas
respirables de hoy en día, dentro de esos trajes de agua generábamos
microclimas que después de unos días, contaminaban todo el barco. Así,
estuvimos listos para soltar amarras y prepararnos para la largada. En esta
edición el numero de participantes fue muy bajo, con 6 barcos en la largada.
Esta tendencia iba a ir creciendo a través de los años, evidenciando
tristemente el poco interés que generan las regatas oceánicas hoy en día.
Entre los rivales estaba nuestro eterno archienemigo, el “Sur”. Un
diseño Frers de los 80 que nos tenia de hijos en todas las regatas. A pesar de
su antigüedad, esa lata vieja estaba muy vigente y en excelente estado. Los
otros barcos en principio no representaban grandes preocupaciones (por
ahora). Estaba el “Maite”, un frers 40/12 con una tripulación muy
simpática. El barco mas “moderno” de aquella edición era el Cambá, un match
42(diseño Frers) marinizado para este evento, que tenia todos los números
comprados para ganar la cinta azul. El único que podría hacerle roncha para
dicho laurel era el Fortuna II. Dicha embarcación de diseño setentoso y
kilométricos genoas, era muy adecuada para esta regata donde las ceñidas
rabiosas eran cosa de todos los días. Mas adelante nos daremos cuenta que en
esta ocasión no fue tan así. La nómina de inscriptos de esta regata la cerraban
el Shadai. un ketch equipado con mucha bebida y comida, como para pasarla muy
bien durante la regata.
A diferencia de otras ediciones, la largada se había
fondeado en el antepuerto de Dársena Norte. Las despedidas de este tipo de
competencias dan a lugar a comentarios muy interesantes por parte de familiares
y amigos que no están muy familiarizados con el mundo náutico. Paran de
noche?, cuando duermen?, quien cocina?, se bañan?, etc. En fin cosas del
folklore náutico. Una vez que las ceremoniales despedidas iban llegando a su
fin, los barcos fueron soltando amarras con rumbo a la línea de largada. El día
estaba nublado y muy caluroso como corresponde al mes de febrero. El viento no
superaba los nueve nudos de intensidad, y no lograba establecerse. El Nabucco,
cargado hasta la manija de víveres, bolsos, etc. Estaba un poco achanchado como
para moverse con esa ligera brisa. Mal que mal nos arreglamos para
hacerlo “andar”, y a las 15:00 hrs. cuando sonó el top de largada, cruzamos la
línea en punta. Ahora había que mantenerse en ese lugar por las próximas 1200
millas. Difícil… Media hora después de la largada, el viento perdió el
rumbo y la intensidad, y los 6 barcos estábamos uno al lado del otro tratando
de encontrar alguna rachita aliviadora. Obviamente, el primero en
encontrar ese terruño de viento dibujado en la superficie del río, fue el
Sur. Así vimos como nuestro archirival se alejo de nosotros para no volverlo a
ver hasta llegar al Iate club do Río de Janeiro. Lejos de preocuparnos, había
que organizar el tema de las guardias. Así es mis estimados lectores, no
parábamos para dormir. En las guardias, la tripulación se divide en 2 grupos y
mientras unos duermen, los otros “manejan” el barco. Hasta que sucede algún
zafarrancho, que se despierta a todo el mundo para estabilizar la situación. En
la navegación oceánica de estos tiempos, las guardias han evolucionados
desfavorablemente para el descanso del marino. Es por eso que los
navegantes de hoy vienen diseñados para no dormir y por supuesto con cuatro
veces mas fuerza que antes.
En mi guardia se alineaban: Carlos(el Patrón), Piraña (el
resuelvetodo), El Capa(el niño rebelde) y quien relata esta épica.
Guille, Alejo, Diego y Roberto integraban la otra guardia. Fico, nuestro
piloto de yates quedaba exento de guardias y dormía cuando y donde
quería.
Volviendo a la regata, aquella tarde, el viento se
estableció del Este a unos paupérrimos 9 nudos y la chancha verde empezó a
comer millas. Durante la noche la luna llena puso su toque, y mas de uno se
lamentó por no estar compartiendo una velada romántica con alguna
señorita. Esos eran los pensamientos que nos preocupaban durante la
regata, mujeres, cigarrillos y cerveza. Mi guardia llegaba a su fin y me fui a
tratar de dormir hasta las 00:00 hs. . No pude pegar un ojo debido a la
excitación acumulada durante los días anteriores. Como me suele pasar,
justo 5 minutos antes de empezar mi guardia me quedé frito, momento en que
Alejo me pego un simpático sacudón anunciando el cambio de turno.
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